viernes, 26 de diciembre de 2008

No me respondas ahora

"Sueño de Endimión" de Girodet

¿Se te han doblado los bordes de mis fotografías?
¿Se han puesto amarillas las hojas de los poemas que te escribí?
¿Viste mi silueta dibujada en una nube?
¿Alisaste la almohada anhelando mi huella?
¿Te pusiste mi camiseta pensando que entrabas en mi?
¿Dejaste en la copa de vino la marca de mi carmín?
¿Deseaste que el tiempo que pasamos juntos lo contara un reloj de arena parado?
No me respondas ahora, ni nunca mi amor. Quiero verte dormir así, tendido y desnudo siempre junto a mí.

Algo parecido debió decirle Selene a Endimión.
Endimión era hijo de Zeus y de la ninfa Cálice , por lo tanto mortal. Su vida cambió por completo el día que Selene, la diosa Luna, lo conoció. Al contemplar a aquel durmiente desnudo en un agreste paraje cercano a Mileto, ella quedó tan turbada ante su belleza, que muy pronto se acostumbró a yacer con el joven todas las noches en una cueva del monte Latmos. Pero como sabía que él era mortal y su belleza no sería eterna y era tanta su pasión hacia él, sólo se le ocurrió una cosa: besarlo y así le concedería la inmortalidad. Aquella solución tenía una parte negativa, y es que el mozo permanecería eternamente dormido aunque de ese modo la lozanía y el vigor de su juventud quedasen inalterables para siempre.
Varias versiones os traigo, todas ellas cálidas después de mi viaje frío. La primera es de Girodet, en ella se pone de manifiesto la transición entre el Neoclasicismo y el Romanticismo en una época aún temprana (1791). La precisión en el dibujo y el tratamiento escultórico de los cuerpos son sensacionales. En ella los principales protagonistas son el tratamiento de la luz y el erotismo. La torsión del cuerpo de Endimión nos invita a poseerlo una vez más, sin tregua. Se establece una auténtica unión entre los amantes en forma de rayo de luz. En la obra de John Atkinson Grimshaw. "Endimión en el Monte Latmos", el simbolismo es claro. Una diosa adelgazada hasta la extenuación, casi convertida en hada o en Campanilla contempla arrobada a su amado, ajeno a la pasión que se derrama sobre él.
La última que os muestro es de Gerard de Lairesse, artista holandés barroco que lejos está de la sensualidad de Rubens. En un fondo pasteloso se recorta Selene que parece más la madre del muchacho que su amante
Otra imagen que os traigo para deleitar las miradas, sobre todo las masculinas, es "Evening Mood" de William Bouguereau . Que os aproveche y Felices Fiestas, para quien las tenga.

Endimión en Latmos
Yo dormía en la cumbre y era hermoso
mi cuerpo, que los años han gastado.
Alto en la noche helénica, el centauro
demoraba su cuádruple carrera
para atisbar mi sueño. Me placía
dormir para soñar y para el otro
sueño lustral que elude la memoria
y que nos purifica del gravamen
de ser aquel que somos en la tierra.
Diana, la diosa que es también la luna,
me veía dormir en la montaña
y lentamente descendió a mis brazos
oro y amor en la encendida noche.
Yo apretaba los párpados mortales,
yo quería no ver el rostro bello
que mis labios de polvo profanaban.
yo aspiré la fragancia de la luna
y su infinita voz dijo mi nombre.
Oh las puras mejillas que se buscan,
oh ríos del amor y de la noche,
oh el beso humano y la tensión del arco.
No sé cuánto duraron mis venturas;
hay cosas que no miden los racimos
ni la flor ni la nieve delicada.
La gente me rehuye. Le da miedo
el hombre que fue amado por la luna.
Los años han pasado. Una zozobra
da horror a mi vigilia. Me pregunto
si aquel tumulto de oro en la montaña
fue verdadero o no fue más que un sueño.
Inútil repetirme que el recuerdo
de ayer un sueño son la misma cosa.
Mi soledad recorre los comunes
caminos de la tierra, pero siempre
busco en la antigua noche de los númenes
la indiferente luna, hija de Zeus.

Jorge Luis Borges

lunes, 15 de diciembre de 2008

Chabacano, retorcido y rijoso

"Leda y el cisne " Paul Tillier

No vale decir que me persigue un águila porque voy disfrazado de cisne, me asusto y de paso me subo encima de ti para poseerte , quieras o no. Así era Zeus. Ya en una ocasión lo llamé rijoso, y lo reitero. De esa forma tan chabacana y retorcida ( y plumosa) poseyó a Leda que se encontraba tan ricamente paseando por el río Eurotas. Ella era esposa del rey de Esparta y esa noche el marido tuvo también ganas de juego. Mira por donde se quedó preñada de los dos, y puso dos huevos, si, no os riais. Dos huevos, de uno nacieron Helena y Pólux (hijos de Zeus y por tanto inmortales), y del otro Cástor y Clitemnestra (mortales, hijos del rey espartano). Cástor y Pólux, gemelos, llegarán a ser los célebres Dioscuros (Διόσκουροι).
Seguro que si el marido la hubiera repudiado se habría ido a vivir al edificio de un amigo, Duncan. El vecindario allí es variopinto y no destacaría mucho entre tanto “ser” anómalo.
A lo largo de la historia del arte este tema ha sido muy recurrente, porque se adaptaba muy bien al desnudo y, por qué no, al juego de la seducción transgresora. Os presento varias obras con sus respectivas diferencias.
La primera es de Leonardo donde Leda, de suaves formas, agarra el cuello del cisne como símbolo del racionalismo renacentista: las pasiones desbordadas (el cisne y su sensualidad) quedan sujetas a la razón humanista. Corregio no se corta en presentarnos una escena casi de zoofilia. Tillier rezuma erotismo por los cuatro costados, o por lo menos por uno muy marcado. Leda es pelirroja y se retuerce sobre un paño rojo en un paisaje que sólo se insinúa. Por último Cézanne nos ofrece una Leda cromática, frondosa y que se deja querer. Variaciones sobre un mismo tema, como de costumbre, os dejo que elijáis vuestra preferida.
Leda

El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bailado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

Rubén Darío

viernes, 5 de diciembre de 2008

El odio es un beodo en el fondo de una taberna

"Judit y Holofernes" de Artemisia Gentileschi

19 años tenía Artemisia cuando su padre le puso un maestro particular que le ayudara a desarrollar ese don de la pintura que asomaba en sus dedos. Como era mujer y no la admitían en la Academia de Bellas Artes, esta admiradora de Caravaggio aceptó como tutor a Agostino Tassi: aspirante de algo y maestro de nada. Violó a Artemisa y, para devolverle el honor que no el horror sufrido, prometió casarse con ella. Promesa falsa porque él era ya hombre desposado.
En los tribunales, el testimonio de Artemisia fue bajo la tortura a la que la sometieron para comprobar si era cierta o no la acusación de violación, pues tras exploración ginecológica el tribunal eclesiástico llegó a la concluisón de que no era virgen, y que podía haber perdido el virgo antes de la presunta agresión. Desgarradoras declaraciones tuvo que hacer que la despojaron de la más absoluta intimidad. “Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro (…)”

Siete largos meses de juicio que hicieron de ella una mujer tal vez fuerte, pero sobre todo resentida hacia ese mundo machista y brutal.
Quizá fuera durante ese tiempo cuando pintara su famosa obra “Judit y Holofernes” en la que se autorretrata como la joven que decapita al general babilonio que intenta conquistar a su pueblo. Urdió muy bien la trama la hermosa Judit. Cenó con el brabucón a solas, bebió él de más, y zas, de un golpe limpio y certero la cabeza al saco que sostenía su criada.
En la versión de Artemisia, la joven heroína bíblica se recrea cortando la cabeza ayudada por su criada mientras ella se aparta un poco para que no le salpique la sangre. Esta obra emana odio, rabia y venganza.

En la versión de Caravaggio, Judit pone más cara de asco que de satisfacción.
Miguel Ángel también recreó esta escena en la Capilla Sixtina. El cuerpo aparece sin cabeza que es portada por las mujeres en una bandeja, al estilo “cabeza del Bautista”.
Franz von Stuck despelota a la protagonista y con sonrisa a lo Marlene Dietrich la muestra justo antes del gran momento.
Pero la versión que más me sorprende es la de Botticelli. Judit parece que está paseando por la campiña toscana y que viene de recoger un cesto de fruta que pesadamente porta su criada. En fin, que para gustos, colores.
El tonel del odio
El Odio es el tonel de las pálidas Danaides;
la Venganza consternada con brazos rojos y fuertes
se ha complacido en precipitar en sus tinieblas vacías
grandes cubos colmados de sangre y de lágrimas de los muertos.

El Demonio hace hoyos secretos en esos abismos,
por donde huirían mil años de sudores y esfuerzos,
aunque ella lograra reanimar sus víctimas,
y para oprimirlas resucitar sus cuerpos.

El Odio es un beodo en el fondo de una taberna,
que siente siempre la sed nacer del licor
y multiplicarse como la hidra de Lerna.

Mas los bebedores felices conocen a su vencedor,
y el Odio es consagrado a la suerte lamentable
de no poder jamás dormirse bajo la mesa.

Charles Baudelaire

lunes, 1 de diciembre de 2008

Príncipe o demonio

"La pesadilla" H. Fussili

En este filo de la madrugada donde el alcohol y la sensualidad se confunden, es cuando te acercas, y cual aprendiz de Baudelaire me dices:


“¡Oh mujer peligrosa, oh climas seductores!
¿Adoraré también tu nieve y tu escarcha
y sabré sacar del invierno implacable
placeres más agudos que el hielo y que el hierro?

Sin apartarte la mirada contoneo mis párpados, entorno las piernas y dibujo una filigrana con el humo de tu cigarrillo.
Estamos a un paso de lo predecible, pero prolongamos el momento.
¡Es tan fácil conquistarte! Tus manos aferradas ya a mí.
¡Y tan difícil llenar el vacío que se adivina tras tus llameantes ojos!
Sé que esta noche no te dejará rastro. No soy para ti sirena, princesa o hada.
Perdido en los grados de tu cerveza buscas en el poso del vaso una huella de mi presencia. Y como cada noche, no encuentras nada.
¿Te preguntas por mis sensaciones? Antes de vestirte y marcharte te digo: nene, los príncipes azules destiñen y los demonios oléis a azufre.
El Aparecido
Como los ángeles de ojo fiero,
volveré a tu alcoba
y me deslizaré hasta ti sin ruido
con las sombras de la noche;
y te daré, morena mía,
besos fríos, como la luna,
y caricias de serpiente
que van reptando en torno a una fosa.
Al llegar la lívida mañana,
hallarás mi sitio vacío
y hasta el anochecer seguirá frio.
Como otros por la ternura,
en tu vida y en tu juventud,
por el terror quiero reinar.
Charles Baudelaire

jueves, 27 de noviembre de 2008

Jugamos al escondite

" The married priest" Magritte

Pasamos tanto tiempo dándonos la espalda a nosotros mismos que llega un momento en que no nos reconocemos. Hemos pasado por nuestros problemas de puntillas, sin querer levantar mucha polvareda, no vaya a ser que descubramos, que descubran, una mancha en nuestro expediente.

Hemos guardado fotos prohibidas entre hojas de libros leídos en la adolescencia, como flores secas, flores del mal. Hemos ocultado nuestros deseos en una caja de bombones, en el sótano, porque más abajo no se podían guardar.

Hemos escondido a nuestro amante en el armario del vecino, y al verlo salir lo hemos ignorado. También hemos aparentado ser “el hijo, la madre, el esposo” ideal porque eso era lo que esperaban de nosotros.

Hemos vuelto la cabeza cuando alguien lloraba porque no queríamos implicarnos en su dolor fingiendo que no somos cotillas.

Y en ese vaivén de la perfección, en este trasiego de la apariencia, hemos conseguido ser tierra pegada a nuestros propios zapatos.

La entrada de hoy es un pequeño homenaje a este fabuloso pintor belga que el 21 de noviembre hubiera cumplido 11o años.

NO TE DETENGAS

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye...


Walt Whitman

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Antes muerta que cobarde

"Detalle de Teodora" San Vital en Rávena

Miradme, soy Teodora. Dicen las malas lenguas que fui una artista circense, incluso me llamaron puta, y que por ello no me fue fácil casarme con el emperador Justiniano. Lo conseguí después de tres años de fogoso noviazgo, gracias a la promulgación de una ley que permitía el matrimonio entre clases sociales diferentes.
Y ahora soy emperatriz de Bizancio y, junto a mi esposo, llevo las riendas de este gran imperio. A mí se debe un gran acopio legislativo que protege ampliamente los derechos de la mujer. Tuvimos muchos problemas con el pueblo, el más sangriento y doloroso fue la llamada Revuelta de Niká en el año 527. El pueblo se levantó en armas contra el emperador, contra nuestro poder. Como llamarada tormentosa, miles de hombres recorrieron Constantinopla con el grito de ¡Niká, Niká! Ardió todo lo que encontraron a su paso. Destruyeron la antigua basílica de Constantino, pero poco más tarde ya estaba construida Santa Sofía en su lugar.
El griterío de la turba se oía ya en nuestros aposentos. Sólo parecía existir una salida. Los terrenos del palacio lindaban con el Bósforo. Había naves esperando. Podíamos haber salido a hurtadillas de allí. Justiniano se había dado totalmente por vencido. Me Propuso reunir todos los tesoros que se pudiéramos recoger y retirarnos a algún lugar seguro, lejos de Constantinopla. Podíamos haber obrado así, pero me incorporé, di un paso hacia él y le dije:
“Eres completamente libre para huir, ahí están tus naves”.
Yo sabía que ser emperatriz tenía sus riesgos, y la rebelión era uno de ellos. Alisando mi larga túnica de un intenso color añil, miré, no con cierto desprecio, a mi amado esposo y le dije:
“Quien ha recibido el poder soberano no debe vivir si se lo deja quitar. Tú César, si quieres huir, nada es más fácil... en cuanto a mí, Dios no permita que abandone la púrpura y aparezca en público sin ser saludada como emperatriz. Aprecio mucho esta antigua sentencia: La púrpura es un glorioso sudario".
Me miró intensamente y entonces comprendí que cambiaría de opinión. Pesaba más en él la hombría que el valor, pero se dirigió al joven general Belisario para preguntarle si podía dominar la situación y Belisario contestó afirmativamente. Tenía 3.000 soldados a su disposición que con gran astucia llevó sin ruido y secretamente al hipódromo donde los principales alborotadores se habían reunido,borrachos, esperando enfurecidos nuestra derrota. Pero esta vez la Victoria estuvo de nuestro lado.

LOS COBARDES

Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.
En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.
Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.
¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?...

Miguel Hernández



domingo, 16 de noviembre de 2008

Mujer de alma inquieta

"Los amantes " de Magritte

Voy buscando a Diótima de Mantinea, alma inquieta que tal vez no existió. Es una mujer que se presenta a sí misma como sacerdotisa, aunque Sócrates la nombra, en el banquete de Platón, como su maestra en el arte de amar.
Fue la primera mujer que habló de amor en un mundo filosófico-masculino.
La busco desesperadamente porque no sólo de amor físico habla, también del espiritual.
La persigo porque vio el amor como intermediario entre la luz y la sombra; como equilibrio entre el que pide y el que reparte. El amor que se sabe deseado pero que también sabe dar.
Voy tras ella para que me confirme que el amor está más allá de nosotros, que se muestra esperando un nombre, como lenguaje de pájaros que arden.
Me enseñó que en el aprendizaje del amor hay que ir subiendo escalones: suaves unos, altísimos otros. Y que al final de la escalada está la belleza. “Aquel que ha seguido el camino de la iniciación amorosa en el orden correcto, al llegar al fin percibirá súbitamente una hermosura maravillosa, causa final de todos nuestros esfuerzos... Una hermosura eterna, no engendrada, incorruptible y que no crece ni decrece". Eso me dijo Diótima.

Ando buscando a Diótima, si la has visto, si te ha hablado de amor, cuéntame qué te ha dicho.


A DIÓTIMA

¡Bella vida! Tú vives, como leve brote de invierno,
en este mundo agostado sola y callada floreces.
Aire ansías, y luz, primavera que vierta su tibio
resplandor, cuando buscas la infancia del mundo.
Ya tu sol, ya tu tiempo feliz se ha ocultado,
y en la noche glacial sólo hay fragor de huracanes.

Friedrich Hölderlin

lunes, 10 de noviembre de 2008

Este santo me pone

"San Sebastián" de Guido Reni

Siempre que veía la imagen de San Sebastián, semidesnudo, con apenas un paño cubriendo su ser más íntimo, a punto de caer a sus pies, a los míos, sentía un leve estremecimiento. Entonces, casi desmayada por el olor a incienso de la iglesia o por la visión mística, yo me preguntaba si volvía a mí la fe que en un Sinca Mil perdí o si tales deseos me condenarían definitivamente. Pero fue releyendo un viejo libro de carrera, en mis noches de insomnio, cuando tuve, por fin, la gran revelación gracias Giorgio Vasari (1511- 1574).
Este escritor italiano que liberó mi alma del dolor y el arrepentimiento era arquitecto y pintor . Fue famoso porque escribió biografías de artistas italianos , sobre todo anécdotas y rumores, (algo así como un periodista del cuore). Recogió información variada y la que no sabía la inventó en el libro " Vida de los mejores arquitectos, pintores y escultores italianos “. Y fue releyendo capítulos de este libro cuando descubrí lo siguiente: “Como muchos confesaban a Savonarola que habían tenido pensamientos lascivos con la imagen de San Sebastián, de la iglesia de San Marcos, obra de Fra Bartolomeo, el cuadro fue trasladado de la iglesia al monasterio y posteriormente fue vendido, aunque el pintor era moralmente intachable”. Libro IV
Me hicieron mucho bien sus palabras porque mal de muchos, consuelo de tontos y porque, amigos míos, mi moral también es intachable, aunque tenga sueños eróticos con este santo las noches que no me domina el insomnio.


Satélite del amor

Es hermoso y sagrado el reino de la noche,
lo pueblan suaves seres que maquillan sus ojos
y mezclan la tristeza con el sabor del júbilo.
Seres agrestes para quienes el amor tiene
todos los nombres del peligro. Las lámparas dejan
su ámbar por la noche. La lluvia su dulzura.
Los inmaduros cuerpos el delicado olor de su erotismo.
Rugen las motos. Cada puerta es un viaje sin destino.
Entonces tu cabello, como la piel suave de los hombros
desnudos, abunda más en bronce, se abandona a los tactos.
Son más dulces los labios. Más cálido de luna el río
esbelto y bello de tus piernas. Somos de ese reino,
donde como en Chuang-tsé, el filósofo, se mezcla sueño y vida.
Donde amar es provocación y goce, y un cuerpo el misticismo.

Luis Antonio de Villena

domingo, 2 de noviembre de 2008

El cuerpo del delito

“Friné ante el Areópago” de J.L Gerome

En sus curvas me quedaría varado… Algo así debió decir Praxíteles al Areópago, especie de tribunal de justicia griego que se disponía a juzgar, y seguro que condenar, a la bella Friné. Delito de la imputada: mucha impiedad (falta de respeto a las creencias y rituales griegos), una pizca de soberbia y un toque de hedonismo.

Pero, ¿quién era Friné? Fue la musa del célebre escultor griego del siglo IV a.C Praxíteles, el inventor de la famosa curva praxiteliana, esa que observó sin saciarse en su bella modelo y que trasladó una y otra vez a cálido bronce. La chica cuyo oficio era dama de compañía con derecho a intimar, que además de bella era lista, le tendió una trampa para quedarse con la mejor escultura del atolondrado artista ateniense. Él quería pagarle en especie su trabajo. La muchacha que no entendía de arte pero sí conocía el valor de las esculturas no sabia cuál elegir, así que gritó: ¡fuego, fuego! Y Praxíteles dijo a un ayudante: ¡Por todos los dioses del Olimpo, salva mi Eros” (Lo entrecomillado es una versión, claro está). Ella, lógicamente, eligió esa obra.
Pero volviendo al juicio, Praxíteles propuso al defensor de su amada que ella se desnudara ante los jueces para que vieran con sus propios ojos, esos que un día se comerían los gusanos, si la muchacha tenía o no razones para comparar su belleza con la de la mismísima Afrodita. ¿Y qué dictaminó el areópago? Pues ante las caras que ponen algunos de sus miembros os podéis imaginar la resolución. (Recomiendo ampliar la foto)


Himno a la belleza

¿Vienes del cielo profundo o del abismo surges,
oh, Belleza? Tu mirada, infernal y divina,
confusamente vierte la buena acción y el crimen,
por lo que te podemos comparar con el vino.

Contienes en tus ojos el poniente y la aurora;
derramas perfumes como una noche de tormenta,
tus besos son un filtro y un ánfora tu boca
que hace cobarde al héroe y valiente al niño.

¿Sales del negro abismo o bajas de los astros?
El Destino hechizado sigue tus enaguas como un perro;
siembras al azar la dicha y los desastres,
y todo lo gobiernas sin responder a nada.

Marchas sobre los muertos, Belleza, y de ellos te burlas;
de tus joyas el Horror no es la menos preciada,
y el Crimen, entre tus mas queridos amuletos,
sobre tu vientre altivo danza amorosamente.

El deslumbrado insecto vuela hacia ti candela,
crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta llama!
El amante jadeando inclinado sobre su bella
es como un moribundo acariciando su tumba.

¿Qué importa que tu vengas del cielo o del infierno,
¡oh Belleza! ¡Monstruo enorme, espantoso e ingenuo!
Si tus ojos, tu sonrisa, tus pies, me abren la puerta
de un Infinito amado que nunca he conocido?

De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel o Sirena,
¿qué importa, si tú haces -hada de ojos de terciopelo,
ritmo, perfume y luz, ¡oh mi única reina!-
menos horrible el mundo y más cortos los instantes?

Charles Baudelaire




viernes, 31 de octubre de 2008

El presente es demasiado cercano

"La carga" de Daumier

Llevo poco tiempo en este mundo interespacial. A veces me parece cosa de magia. He descubierto tantas páginas que me interesan y que visito casi a diario que ahora, sin proponérmelo, forman, formáis parte de mi vida. Y revisando lo que he escrito hasta el momento, he sido consciente de que me he decantado por las historias religiosas y las mitológicas, aunque Duncan diga que soy bíblica. Dos entradas literarias, Ofelia y La Celestina, y pare usted de contar.
Quizá se deba a mi alma frívola esta selección de temas. Y ha tenido que ser la luz de Ámbar, que según la astrología es la piedra de mi horóscopo, la que me ha inspirado esta creación.
La protagonista de mi historia no es una diosa ni una virgen mártir. No viste sedas ni luce desnuda. No pasa el tiempo huyendo del amor ni amañándolo. No se ahoga en un río desolada ni danza para un rey déspota. No ha salvado a su pueblo ni ha sido deseada por viejos caducos. No recibe semen dorado ni dirige ejércitos vencedores.

Simplemente trabaja. Ella se levanta cuando el sueño ni la ha rozado para ir a trabajar. Se desmadeja los dedos en una fábrica textil. Se vuelve jabón y hielo revolviendo trapos sin color. Se tizna los ojos de carbonilla y las entrañas de humo. Ella es una mujer, una niña, una trabajadora del siglo XIX. ¡Ha llegado la Revolución Industrial! ¡Viva la revolución! ¿Para quién?

"Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (...) Me enseñan a rezar (...) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina”.

Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad. Testimonio recogido por la Comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas, 1842.

martes, 28 de octubre de 2008

Así, cualquiera

"Atenea" de G. Klimt

Moza caprichosa nacida de un dolor de cabeza. De semejante parto ¿qué puede uno esperar?
Fue su padre el dios más rijoso del Olimpo, Zeus, que amó a Metis lo que dura una primavera. Él sabía que la semillita que había colocado en ella era algo más que la lluvia dorada con la que regó a Dánae. En el acto de amar, una luz iluminó su rayo y, cual visión apocalíptica, supo que el ser que nacería de Metis sería poderoso, muy muy poderoso. Sin pensarlo dos veces, engulló a Metis y más tarde él mismo pariría a su hija que por la cabeza salió. Quizá por ello la criatura fue la diosa de la sabiduría, y por la forma violenta como murió su madre, la patrona de la guerra.
Los atenienses la prefirieron a Poseidón, y a ella dedicaron templos y esculturas sin parangón en toda Grecia. En el Partenón albergaron la imagen de oro y marfil que Fidias creó de la Parthenos, la que conserva el virgo. En el Erecteion, el de las Cariátides, plantaron el olivo sagrado que ella había ofrecido a su pueblo favorito; porque Atenea era para los atenienses lo que la Virgen del Rocío para los mozos Almonteños. ¿Cómo no iba a estar al lado de los atenienses en la lucha contra Ilión?
Y fue de esta manera como Troya fue arrasada por la trampa, por la astucia bárbara, por el truco ideado por una diosa vengativa, austera, virgen y reprimida que en los ratos libres zurcía peplos como buena diosa de modistillas que era.

Elogio de la ciudad

He oído hablar de Nínive y de Tebas,
de Babilonia, Alejandría. Y en verdad que conozco
la gloria de las ciudades
que los libros adulan. ¿Mas, acaso
por lo que fueron celebradas
-lujo, mujeres, vino, la gloria de su estirpe-
no dio fama a la mía?
¿Mi biblioteca ignora
lo que a ellas honró?
¿Fueron más bellas sus mujeres?
¿Su vino alegraba más el corazón?
¿Y su gloria puede compararse
a la de los nobles príncipes
que levantaron la mía sobre las cenizas
de Troya? …

José María Álvarez

martes, 21 de octubre de 2008

Belleza robada

"Laocoonte y sus hijos" Escuela de Rodas

Todo comenzó porque un joven se encaprichó de quien no debía. Algunos lo llamaron amor. Paris de Troya acudió a la ciudad griega de Esparta, gobernada por un rey brabucón llamado Menelao. Pero la máxima atracción de la polis era la joven esposa del rey, Helena, a la que los hombres llamaban “la de las hermosas mejillas”, la mujer más bella entre las mortales, porque entre las moradoras del Olimpo se había ganado el título de mis la diosa Afrodita.

Paris se presentó ante Menelao con buen talante y ocultando sus deseos más íntimos, conquistar a la bella Helena. Y entre paseos bucólicos por los jardines de palacio y meriendas frugales, la enamoró y convenció para que huyera con él a su ciudad. Acababa de encender la llama que arrasaría Troya.
Menelao pidió ayuda a los gobernantes de otras polis griegas, y juntos declararon la guerra a Príamo, papá del seductor. Como la guerra se alargaba en exceso, Atenea tuvo a bien ayudar al ultrajado marido. Sembró en la mente del ingenioso Ulises, que era colega de Menelao, la idea de construir el famoso caballo de madera.
Pero entre los troyanos había uno más espabilado que los demás, y ese era el sacerdote Laocoonte. Como adivino que era, y por ello le pagaban, avisó a los suyos que aquel caballo no era équido limpio y le clavó una lanza en plena panza de madera. De repente dos serpientes de mar grandes como dragones , desgarrando el vacío como látigos en la oscuridad, se abalanzaron sobre los hijos de Laocoonte, enroscándolos con sus anillos y dejando sus cuerpos a los pies de su padre. A continuación hicieron lo mismo con él. Una vez cometido el triple homicidio desaparecieron veloces entre los mármoles del pavimento del templo de Atenea.
La suerte de los troyanos estaba echada.
La primera representación escultórica que se conoce es la que arriba os presento, del siglo I a. C. Esta escena de un buen hombre sufriendo el castigo de los dioses carece de precedentes. El sufrimiento y el miedo en el rostro y cuerpo retorcido de Laocoonte y sus hijos, son reflejo de sus debilidades y por otro lado del sentimiento de esta época.

En tiempos de la vieja Alejandría,
Laoconte, en quien se inspiran los creyentes,
lucha contra el poder de las serpientes
que, altiva, Palas con furor le envía.
Recia culebra en sus anillos lía
el cuerpo de sus hijos inocentes,
y él escucha sus gritos impotentes
en medio de la bárbara agonía.
Traspasa el corazón su faz sublime,
su atroz dolor, que sin palabras gime,
la angustiosa expresión de su mirada.
Triunfó el hábil cincel de la pintura,
y dio al aplauso de la edad futura
una tragedia en mármoles labrada.

Salvador Rueda

miércoles, 15 de octubre de 2008

No siempre ganan los fuertes


Uno no ha estado en Florencia si no lo ha visitado. Es como ir a París y no ver la Torre Eiffel.
¿Quién le iba a decir a ese joven pastorcillo, amante de la música, que acabaría inmortalizado por los mejores escultores de la historia?
David fue llamado a calmar, con la melodía de su arpa, los males que sufría el rey judío Saúl. En estos asuntos estaban ambos cuando los filisteos, un pueblo de malos malísimos, atacaron al pueblo judío. El mismo rey ofreció a David su armadura y su espada para que se enfrentara al gigante Goliat, una especie de bestia a lo pressing catch. Pero el jovenzuelo no estaba acostumbrado a semejante parafernalia en el vestir, y decidió enfrentarse a Goliat con un arma que él dominaba perfectamente, la honda. Y con ella hirió de muerte, en un disparo certero, al gigante, y después tomó la espada del suelo y decapitó al muerto. “Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; tomó su espada, la sacó de la vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Cuando los filisteos vieron muerto a su paladín, huyeron”. Más tarde fue elegido rey del pueblo judío.
Miguel Ángel representó el tema justo en el momento en que David se concentra en el enemigo y con un súbito cabreo planifica el lanzamiento de la piedra. Concentrado en el rival. “David tomó su cayado, escogió en el torrente cinco piedras bien lisas y las metió en su zurrón de pastor, tomó la honda y avanzó hacia el filisteo… Miró el filisteo, vio a David y le despreció porque era joven, rubio y de buena presencia” (Samuel I, 17).
Donatello y Verrochio, años antes, lo presentaron uno vestido y el otro desnudo, con un aspecto andrógino, que parece que ha matado al rival más con la gracia y el salero “porque yo lo valgo” que con la fuerza o el ingenio. La cabeza del difunto a sus pies como testigo de la victoria. Por el contrario, Bernini, con posterioridad, prefiere el momento agitado del lanzamiento del arma homicida, son cosas del Barroco y su gusto por el movimiento. Me quedo con la del Migliori, el hombre que le hablaba al mármol, el que disfrutaba con el polvo que cubría su cara cada vez que golpeaba con fuerza el cincel, el que vivió atormentado toda su vida, el que sentía que su mayor alegría era su melancolía.


Estoy tullido, roto, quebrantado
en el potro de la vida. La posada
en que vivo de prestado es la muerte.
Mi gran melancolía me complace
y la pena mejora el sufrimiento,
a quien quiera le cedo esta miseria.


Miguel Ángel Buonarroti

jueves, 9 de octubre de 2008

La primera mujer

"Lilith" de John Collier

Según la tradición hebrea, Lilith fue la primera mujer de Adán. Bella como ella sola. Paseando por el paraíso, animales y plantas se rendían a sus pies. Pero cuando llegaba la noche estrellada, clara, inmensa, tenía que someterse a los deseos de su esposo. Una y otra vez el mismo acto de amar, quizá sin cortejo previo, seguro que ella siempre en postura pasiva. Si habían sido creados iguales ¿por qué tenía que doblegarse siempre ella? Un día se atrevió y propuso cambios a Adán, éste, por supuesto, los rechazó. Al mismísimo Creador acudió con sus cuitas. Él la desdeñó. Lilith prefirió el destierro y el descenso al infierno que la sumisión.
En su nuevo hogar yació con demonios, y parió hijos nacidos de de la lujuria. Los emisarios de Dios removieron cielo con tierra hasta que la encontraron. Ella jamás quiso volver. Prefería ser reina de súcubos, dama de la noche, estrella del desarraigo y engendradora del mal. Lilith fue la primera mujer que dijo No a un hombre.La Biblia nunca la nombró.
Jorge Luis Borges en su Libro de los seres imaginarios describe a Lilith de la siguiente manera:
“era una serpiente; fue la primera esposa de Adán y le dio glittering sons and radiant daughters (hijos resplandecientes e hijas radiantes). Dios creó a Eva, después; Lilith para vengarse de la mujer humana de Adán, la instó a probar del fruto prohibido y a concebir a Caín, hermano y asesino de Abel.”

La alcoba del Edén

Era Lilith la esposa de Adán
(la Alcoba del Edén está en flor)
ni una gota de sangre en sus venas era humana,
pero ella era como una suave y dulce mujer.
Lilith estaba en los confines del Paraíso;
(y ¡Oh, la alcoba de la hora!)
Ella fue la primera desde allí conducida,
con Ella estaba el infierno y con Eva el cielo.
Al oído de la serpiente dijo Lilith:
(la Alcoba del Edén está en flor)
A tí acudo cuando lo demás ha pasado;
yo era una serpiente cuando tú eras mi amante.
Yo era la serpiente más hermosa del Edén;
(Y, ¡Oh, la alcoba y la hora!)
Por voluntad de la Tierra, nuevo rostro y forma,
me hicieron esposa de la nueva criatura terrenal.
Tómame, ya que vengo de Adán:
(la Alcoba del Edén está en flor)
Una vez más mi amor te subyugará,
lo pasado es pasado, y yo acudo a tí.
Oh, pero Adán era vasallo de Lilith!
(Y, ¡Oh, la Alcoba de la hora!)
Todas las hebras de mi cabello son doradas,
y en esa red fue atrapado su corazón.
Oh, y Lilith fue la reina de Adan!
(la Alcoba del Edén está en flor)
Día y noche siempre unidos,
mi aliento sacudía su alma como a una pluma.
Cuántas alegrías tuvieron Adan y Lilith!
(Y, ¡Oh, la Alcoba de la hora!)
Dulces íntimos anillos del abrazo de serpiente,
al yacer dos corazones que suspiran y anhelan.
Qué niños resplandecientes tuvieron Adan y Lilith;
(la Alcoba del Edén está en flor)
Formas que se enroscaban en los bosques y las aguas,
hijos relucientes y radiantes hijas.

Dante Gabriel Rossetti

Por cierto, este Rossetti fue el marido de Elisabeth Siddal, la joven que posó para Millais en Ofelia.



domingo, 5 de octubre de 2008

A la deriva

"Ofelia" de Millais

Ofelia va rio abajo. Ella sólo quería coger unas flores. Un ramillete para prenderlo en su pelo. Quizá así olvidara por unos instantes el dolor que le producía la muerte de su padre, o relajara el amor que sentía por el huidizo Hamlet.
Pero acabó dentro del rio, sin piedad. Y las flores ornaron su cabeza inerte.

A la deriva va esa Ofelia que retrató Millais, pintor Prerrafaelita que mantuvo a la joven Elisabeth Siddal horas metida en una bañera de agua fría para pintar este cuadro. Quería captar la auténtica muerte. La bella Elisabeth fue una de las musas de los pintores de la escuela citada. Uno de ellos, Rossetti, se enamoró de ella y la hizo su esposa. Pero ella no fue feliz. Tras la muerte de su primer hijo, se refugió en la poesía, la pintura y el láudano. Finalmente eligió esta droga para morir.

Ofelia

En las aguas profunda que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Hace ya miles de años que la pálida Ofelia pasa,
fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.

El viento, cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.

Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.

Rimbaud


"Allí, al trepar sobre las ramas salientes para colgar sus coronas de hierbas, un maligno mimbre se rompió, y sus trofeos vegetales y ella misma cayeron al lloroso arroyo: sus ropas se extendieron y la sostuvieron un rato a flote como una sirena, mientras ella cantaba trozos de viejas melodías, como inconsciente de su peligro, o como criatura natural y familiar en ese elemento, pero no pudo tardar mucho que sus vestidos, pesados de tanto beber, arrebataran a la pobre desgraciada de su canto melodioso a la fangosa muerte."

William Shakespeare, Hamlet (4-VII).

jueves, 2 de octubre de 2008

Carta a Vicent

"La habitación de Arlés" de Vicent van Gogh


Los colores se metieron muy pronto en la cuna del pequeño Vicent. El azul siena le cantaba los cinco lobitos. El rojo bermellón jugaba con él al escondite. El verde esmeralda trepaba a los árboles y se caía encima del amarillo chillón.
El joven Vicent aprendió a vivir tan intensamente con los colores que sus dedos parecían pinceles. Todo lo que sus ojos miraba quedaba atrapado, versionado por él. De esta forma poco a poco fue entregando su propia vida en cada lienzo: una simple silla parece pedir paso en medio de una calle; las bolas del billar siguen rodando por el tapiz; el ciprés quiere acariciar una nube, las estrellas en la noche parecen lágrimas de Dios.
Pero Vicent Van Gogh estaba triste, pobre y solo. No vendía su obra y cada vez tenía más óleo en las venas… “Quiero pedir perdón porque mis cuadros parecen casi un grito de miedo”. Esto escribió poco después de cortarse un trozo de oreja. Porque primero dibujó y luego habitó un mundo especial al que los médicos llaman locura. En una ocasión intentó envenenarse con pintura ¿Quería ser una paleta de colores infinita? Meses más tarde, en una noche fría y estrellada, Vicent apareció en el bar donde en ocasiones se emborrachaba y entregó un inquietante regalo a una amiga: un paquete que contenía su oreja. Después de la mutilación Van Gogh no sólo se sentía pobre, solitario y enfermo, también despreciado. “Quisiera que ya todo hubiera acabado”.
Es una tarde calurosa de verano. Vicent sube arrastrándose por las escaleras de su pensión.
Se tumba en la cama roja. Su pecho rojo. Una bala en el fondo de su cuerpo. Se fuma una pipa feliz porque todo está acabado.
Murió al día siguiente, 29 de julio de 1890. Tenía 37 años. Nadie sabe de dónde sacó la pistola pero un paño blanco cubrió su féretro.
Multitud de girasoles, de pobres campesinos, de locos melancólicos, de árboles agitados, de caminos elocuentes… que dejaste en Amsterdam, Nueva York o París, todavía te añoran Vicent.

El muerto

Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguidoa
la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos,será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua
,puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo quería poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.

José Hierro

lunes, 29 de septiembre de 2008

De tal palo, tal astilla

" Salomé" de Gustave Moreau

Las chicas malas en la Biblia son muy malas. No hay término medio. Así nos presenta San Mateo a Salomé, la hija de Herodías. Esta última era cuñada de Herodes con el que parece tenía algo más que amistad. San Juan Bautista, que era muy recatado en las formas y maneras, no veía bien esta relación y así se lo dijo a Herodes que no se tomó bien el consejo y mandó encarcelar al pobre Juan.
El rey preparó una gran fiesta en palacio y la estrella encargada de amenizar los postres fue su adorada sobrina Salomé que con su danza sensual dejaba boquiabierto a más de uno. La muchacha bailó tan bien y tanto agradó a Herodes que éste le prometió darle cuanto pidiese ella. Como era mala malísima, de casta le viene al galgo, y sabiendo que su madre estaba molesta con los comentarios de Juan, le dijo: “dame aquí, en un plato, la cabeza de Juan Bautista”. ¿Y cómo no iba a dar el caprichito a esa adorable sobrina? No se podía negar, una promesa es una promesa.
Los soldados decapitaron al Bautista y en bandeja se la sirvieron a la malvada Salomé que se puso a dialogar con la testa creyendo que aún la oiría.
Este tema fue muy del gusto de los pintores del siglo XIX que buscaban inspiración en motivos trágicos. Varias versiones os ofrezco que recomponen la historia que San Mateo recoge. Oscar Wilde recreó este personaje en una obra de teatro. En la gran pantalla el papel lo hizo la exuberante Rita Hayworth, otra mala. Bien le hubiera podido cantar al oído a San Juan aquella canción que la hizo célebre en Gilda: “Amado mío, love me forever…”

“No has querido dejarme besar tu boca, Iokanaán. Pues bien, la besaré ahora La morderé con mis dientes como si fuera un fruto maduro. Si besaré tu boca". .. “ No has querido saber nada de mí, Iokanaán. Me has rechazado, me has dicho cosas infames, me has tratado como a una cortesana, como a una prostituta, ¡ a mí hija de Herodías, princesa de Judea!. Pues bien, Iokanaán, yo vivo aún, pero tú has muerto y tu cabeza me pertenece. Puedo hacer con ella lo que quiera. Puedo arrojarla a los perros o hacer que sirvan de pasto a las aves. Las aves devorarán lo que hayan dejado los perros...¡Ah ! ¡Iokanaán, has sido el único hombre a quien he amado. Todos los demás hombres me repugnan.”

Salomé de Óscar Wilde.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Prefiero la muerte


"Susana y los viejos" Artemisia Gentileschi

Aunque parezca mentira ser bella tiene sus inconvenientes. Si además eres buena, honesta y fiel, esto te puede arrastrar problemas. Para demostrar mi teoría pongo el ejemplo de Susana.
Cuenta la Biblia (Libro de Daniel.XII) que en Babilonia había un hombre muy rico llamado Joaquín a cuyo jardín concurrían los judíos cuando tenían algún pleito. Por la casa pasaban frecuentemente dos jueces ancianos que demoraban su partida para contemplar a la joven y bella esposa de Joaquín que tenía por costumbre bañarse en el estanque de su jardín. Un día la chica pidió a sus doncellas que le trajeran perfumes porque quería bañarse y que al salir la dejaran sola y cerraran la puerta tras ellas. Los viejos que escucharon estas palabras agazapados tras unos arbustos, aprovecharon la ocasión para “cometer pecado”. Se dirigieron los viejos verdes hacia ella y le dijeron:
“Mira, las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros hemos contemplado tu hermosura y deseamos yacer contigo. Consiente con nosotros y cede a nuestros deseos, porque si a ellos te resistieras testificaremos contra ti, diciendo que cometiste adulterio con un joven y que por esa razón despachaste a tus doncellas”
Susana lógicamente se quedó anonadada. Sabía que cualquier juicio lo tenía perdido ante dos jueces tan importantes en la ciudad. Pero ella era honesta y fiel, como apuntaba al principio y les dijo que prefería que la condenaran mil veces que caer en sus manos. “prefiero la muerte que pecar en presencia del Señor”.
Susana fue condenada a muerte, pero cuando iba a ser lapidada, ¡oh suerte extrema! apareció el profeta Daniel que separó a los dos viejos del resto de los jueces y como se contradijeron en las declaraciones sobre el adulterio de Susana, ellos fueron ajusticiados por el pueblo y a ella le fue devuelta la virtud.
Cuentan las malas lenguas que Daniel también se prendó de la belleza de la joven y por eso luce sonrisa bobalicona en el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela.
Las versiones que aquí os traigo son la de Guercino que está en el Museo del Prado, otra de Tintoretto y encabezando la entrada, la poco conocida pintora italiana del siglo XVII Artemisia Gentileschi, cuyo maestro pintor, un tal Agostino Tassi, la violó. Pero esa es otra historia que otro día os contaré.


Susana y los viejos

Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.
A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.
¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.
Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
-Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo!
Jorge Guillén

martes, 23 de septiembre de 2008

El hombre es un lobo para el hombre

"Saturno devorando a su hijo" de Goya

Hay que tener mala sangra para devorar a tu hijo.
Ya sabemos que la mitología griega es muy peculiar, que sus dioses y diosas, salvo excepciones, no eran un dechado de virtudes. Pero matar a tu propio hijo para que no te destrone es la máxima atrocidad que se puede cometer.
Goya supo plasmar esa idea a la perfección. Pero, por desgracia, esta imagen no sólo tiene relación con este dios del Olimpo. El hombre devora al hombre. De muchas formas, algunas de ellas bien camufladas. Y no sólo nos quedamos en el ámbito de lo humano, somos capaces de destrozar y destruir la naturaleza y los animales que la habitan.
Cada vez que miro este cuadro algo se remueve en mi interior, porque contemplo la degradación del ser humano y la brutalidad que ha desarrollado a lo largo de siglos de historia; y no mejoramos. Si echamos un vistazo a la prensa, por ejemplo, encontraríamos más de una imagen de la voracidad del hombre. Es entonces cuando no quiero ignorar, quiero quitarme la venda, la mordaza y vomitar toda mi rabia.


Los poemas de la Ofensa

Los siglos han pasado inútilmente sobre ti
sin que hayas podido dominar tu instinto de muerte y mal
y por eso Luzbel te reclama. Así sea.
Sé que ello te envanece, ¡hijo de Eva y la serpiente!

J. Jaramillo Escobar

sábado, 20 de septiembre de 2008

Lo que dicen las miradas



A veces ocurre que alguien cerca de ti dice unas palabras que son como mágicas porque hacen que de repente tu cabeza se ponga a funcionar como una olla exprés. Y buscas en los rincones de la memoria esa obra que te ha abierto los ojos en esta ocasión. Y la he visto claramente, ampliada sin necesidad de pinchar dos veces sobre la imagen. Porque ya me impresionó cuando la vi por primera vez. Esa mirada no se puede olvidar jamás, ni lo que representa tampoco.
Picasso pintó esta Celestina casi como epílogo de su etapa azul, y se inspiró en una mujer que ejercía ese oficio en Barcelona.
Hay miradas dulces, siniestras, tristes, apagadas … Pero ¿cómo es esta mirada? No encuentro el adjetivo apropiado. Ayúdame tú.


A la Celestina

Yace en esta tierra fría,
digna de toda crianza,
la vieja cuya alabanza
tantas plumas merecía.
No quiso en el cielo entrar
a gozar de las estrellas,
por no estar entre doncellas
que no pudiese manchar.

Francisco de Quevedo

PÁRMENO.- … Y demás de esto es nombrada y por tal título conocida. Si entre cien mujeres va y alguno dice «¡puta vieja!», sin ningún empacho luego vuelve la cabeza y responde con alegre cara. En los convites, en las fiestas, en las bodas, en las cofradías, en los mortuorios, en todos los ayuntamientos de gentes, con ella pasan tiempo. Si pasa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aves, otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando dicen «¡puta vieja!». Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dicen sus martillos. Carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento forma en el aire su nombre. Cantan los carpinteros, péinanla los peinadores, tejedores, labradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las segadas con ella pasan el afán cotidiano. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Todas cosas que son hacen, a doquiera que ella está, el tal nombre representan. ¡Oh, qué comedor de huevos asados era su marido! ¡Qué quieres más, sino que si una piedra topa con otra luego suena «¡puta vieja!»!

Fernado de Rojas, La Celestina Acto I

miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿Quién es Dánae?


"Dánae recibiendo la lluvia de oro" de Tiziano
El padre de Dánae, rey de Argos, la encerró en un calabozo subterráneo, una cueva o en una torre con puertas de bronce (que en esto del destierro hay muchas versiones) vigilada por una anciana para que no tuviera relaciones y así no engendraría hijos. Tal decisión de mantener célibe a su hija fue porque el Oráculo le había dicho que un nieto suyo lo mataría para quitarle el trono. Pero el rijoso de Zeus, enamorado de la joven, la fecundó en forma de lluvia de oro y de esta unión nació el héroe Perseo. Ya veis, de cualquier parte viene la “inspiración”. No fiaros.
Felipe II, ese rey austero, vestido de negro y super cristiano, formó una colección de pintura sensual y por ello encargó a Tiziano unos cuadros eróticos llamados “poesías”, entre los que se hallaba Dánae representada en ese momento de la fecundación.

Tintoretto, otro gran pintor italiano que además de contemporáneo era enemigo declarado de Tiziano, realizó otra versión del mismo tema pero aquí la joven recuenta las monedas que han caído entre sus piernas con la ayuda de su guardiana que aquí se ha tornado joven.
Rembrandt, más tarde, coloca a la protagonista en una habitación tan ricamente ornada que un poco más de oro no desconcierta al espectador.
Por último, tenemos la versión de Klimt. Esto ya es otra cosa. No aparece cancerbera, joven o vieja, sólo Dánae con la lluvia ensimismada en su momento de deleite. ¡Que llueva Dánae sobre ti que la lluvia es muy buena!



"Yo soy Dánae"
Yo soy Dánae. Desnuda caía en el lecho come
bianca neve scende senza vento.Y llegó secreto con el fulgor
convertido en monedas de oro que cayeron
sobre mí, alrededor, en el suelo.
Díjose a sí mismo una voz y aquel oro de ceca
se arremolinó en un amén y se hizo el varón.
Me encontró virgen, me surcó y me sembró.
Me bebió, como quien se echa con sed sobre un río.
Pero lo pasado pasado está.

Ahora soy vieja, y en un reino de columnas derrumbadas
voy y vengo por entre los cipreses y las palomas.
Me tienen por loca, y piensan que miento
cuando digo que fui desvirgada por Zeus.
Para burlarse de mí baten una moneda en el mármol
y yo pienso que él vuelve, y me quito la ropa
y me dejo caer desnuda en la hierba come
bianca neve scende senza vento.
Ni escucho sus risas. Ya soy vieja
pero nunca pude salir de aquel sueño de antaño.

Álvaro Cunqueiro

jueves, 11 de septiembre de 2008

AMORES MORTÍFEROS

"Apolo y Dafne" de Bernini

No me extraña que la exuberante Dafne huyera cual posesa de Apolo que pretendía poseerla. Este dios del bien y lo bello, cuyo culto se hacía en templos de numerosas ciudades griegas, tenía especial debilidad por la belleza, indiferente si era femenina o masculina.
Se enamoró como un adolescente de Jacinto, efebo que deslumbraba allí por donde iba. Los amantes cantaban, retozaban, jugaban como niños sabiéndose el uno para el otro. Pero en uno de esos juegos, Apolo lanzó un disco con tanta fuerza que Jacinto al intentar detenerlo recibió tal golpe que cayó fulminado al suelo. Fue tanto el dolor de Apolo que de la sangre del amado muerto hizo brotar una flor a la que llamó Jacinto. “Como flor nueva imitarás mis gemidos con una inscripción”
Igual suerte corrió el atractivo Cipariso que poseía un ciervo al que adoraba. Apolo le regaló una jabalina, y el muchacho por error mató al animalillo. Desconsolado pidió a Apolo que lo reuniese, en el más allá, con su ciervo. Desde ese funesto instante el cuerpo de Cipariso se transformó en ciprés, el árbol fúnebre de la Antigüedad.

A la joven Coronis la asesinó el propio Apolo al enterarse, por medio de unos cuervos chivatos, que la mujer que le iba a dar un hijo había tenido amores con un mortal. Antes de enviarla al mismísimo Hades, el propio Apolo sacó a su hijo nonato del cuerpo de la desgraciada madre, este niño fue Asclepios o Esculapios, el dios de la medicina.
¿Comprendéis ahora por qué Dafne huía de los brazos de Apolo? Presentía que su amor no iba a tener un the end feliz. Ella se metamorfoseó en laurel, que además de bonito adereza muy bien determinadas comidas.
Pero si queréis tener una versión más fidedigna de estos hechos, os aconsejo que leáis la Metamorfosis de Ovidio, que ese señor sí que escribía bien.

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

Garcilaso de la Vega