viernes, 26 de diciembre de 2008

No me respondas ahora

"Sueño de Endimión" de Girodet

¿Se te han doblado los bordes de mis fotografías?
¿Se han puesto amarillas las hojas de los poemas que te escribí?
¿Viste mi silueta dibujada en una nube?
¿Alisaste la almohada anhelando mi huella?
¿Te pusiste mi camiseta pensando que entrabas en mi?
¿Dejaste en la copa de vino la marca de mi carmín?
¿Deseaste que el tiempo que pasamos juntos lo contara un reloj de arena parado?
No me respondas ahora, ni nunca mi amor. Quiero verte dormir así, tendido y desnudo siempre junto a mí.

Algo parecido debió decirle Selene a Endimión.
Endimión era hijo de Zeus y de la ninfa Cálice , por lo tanto mortal. Su vida cambió por completo el día que Selene, la diosa Luna, lo conoció. Al contemplar a aquel durmiente desnudo en un agreste paraje cercano a Mileto, ella quedó tan turbada ante su belleza, que muy pronto se acostumbró a yacer con el joven todas las noches en una cueva del monte Latmos. Pero como sabía que él era mortal y su belleza no sería eterna y era tanta su pasión hacia él, sólo se le ocurrió una cosa: besarlo y así le concedería la inmortalidad. Aquella solución tenía una parte negativa, y es que el mozo permanecería eternamente dormido aunque de ese modo la lozanía y el vigor de su juventud quedasen inalterables para siempre.
Varias versiones os traigo, todas ellas cálidas después de mi viaje frío. La primera es de Girodet, en ella se pone de manifiesto la transición entre el Neoclasicismo y el Romanticismo en una época aún temprana (1791). La precisión en el dibujo y el tratamiento escultórico de los cuerpos son sensacionales. En ella los principales protagonistas son el tratamiento de la luz y el erotismo. La torsión del cuerpo de Endimión nos invita a poseerlo una vez más, sin tregua. Se establece una auténtica unión entre los amantes en forma de rayo de luz. En la obra de John Atkinson Grimshaw. "Endimión en el Monte Latmos", el simbolismo es claro. Una diosa adelgazada hasta la extenuación, casi convertida en hada o en Campanilla contempla arrobada a su amado, ajeno a la pasión que se derrama sobre él.
La última que os muestro es de Gerard de Lairesse, artista holandés barroco que lejos está de la sensualidad de Rubens. En un fondo pasteloso se recorta Selene que parece más la madre del muchacho que su amante
Otra imagen que os traigo para deleitar las miradas, sobre todo las masculinas, es "Evening Mood" de William Bouguereau . Que os aproveche y Felices Fiestas, para quien las tenga.

Endimión en Latmos
Yo dormía en la cumbre y era hermoso
mi cuerpo, que los años han gastado.
Alto en la noche helénica, el centauro
demoraba su cuádruple carrera
para atisbar mi sueño. Me placía
dormir para soñar y para el otro
sueño lustral que elude la memoria
y que nos purifica del gravamen
de ser aquel que somos en la tierra.
Diana, la diosa que es también la luna,
me veía dormir en la montaña
y lentamente descendió a mis brazos
oro y amor en la encendida noche.
Yo apretaba los párpados mortales,
yo quería no ver el rostro bello
que mis labios de polvo profanaban.
yo aspiré la fragancia de la luna
y su infinita voz dijo mi nombre.
Oh las puras mejillas que se buscan,
oh ríos del amor y de la noche,
oh el beso humano y la tensión del arco.
No sé cuánto duraron mis venturas;
hay cosas que no miden los racimos
ni la flor ni la nieve delicada.
La gente me rehuye. Le da miedo
el hombre que fue amado por la luna.
Los años han pasado. Una zozobra
da horror a mi vigilia. Me pregunto
si aquel tumulto de oro en la montaña
fue verdadero o no fue más que un sueño.
Inútil repetirme que el recuerdo
de ayer un sueño son la misma cosa.
Mi soledad recorre los comunes
caminos de la tierra, pero siempre
busco en la antigua noche de los númenes
la indiferente luna, hija de Zeus.

Jorge Luis Borges

lunes, 15 de diciembre de 2008

Chabacano, retorcido y rijoso

"Leda y el cisne " Paul Tillier

No vale decir que me persigue un águila porque voy disfrazado de cisne, me asusto y de paso me subo encima de ti para poseerte , quieras o no. Así era Zeus. Ya en una ocasión lo llamé rijoso, y lo reitero. De esa forma tan chabacana y retorcida ( y plumosa) poseyó a Leda que se encontraba tan ricamente paseando por el río Eurotas. Ella era esposa del rey de Esparta y esa noche el marido tuvo también ganas de juego. Mira por donde se quedó preñada de los dos, y puso dos huevos, si, no os riais. Dos huevos, de uno nacieron Helena y Pólux (hijos de Zeus y por tanto inmortales), y del otro Cástor y Clitemnestra (mortales, hijos del rey espartano). Cástor y Pólux, gemelos, llegarán a ser los célebres Dioscuros (Διόσκουροι).
Seguro que si el marido la hubiera repudiado se habría ido a vivir al edificio de un amigo, Duncan. El vecindario allí es variopinto y no destacaría mucho entre tanto “ser” anómalo.
A lo largo de la historia del arte este tema ha sido muy recurrente, porque se adaptaba muy bien al desnudo y, por qué no, al juego de la seducción transgresora. Os presento varias obras con sus respectivas diferencias.
La primera es de Leonardo donde Leda, de suaves formas, agarra el cuello del cisne como símbolo del racionalismo renacentista: las pasiones desbordadas (el cisne y su sensualidad) quedan sujetas a la razón humanista. Corregio no se corta en presentarnos una escena casi de zoofilia. Tillier rezuma erotismo por los cuatro costados, o por lo menos por uno muy marcado. Leda es pelirroja y se retuerce sobre un paño rojo en un paisaje que sólo se insinúa. Por último Cézanne nos ofrece una Leda cromática, frondosa y que se deja querer. Variaciones sobre un mismo tema, como de costumbre, os dejo que elijáis vuestra preferida.
Leda

El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bailado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

Rubén Darío

viernes, 5 de diciembre de 2008

El odio es un beodo en el fondo de una taberna

"Judit y Holofernes" de Artemisia Gentileschi

19 años tenía Artemisia cuando su padre le puso un maestro particular que le ayudara a desarrollar ese don de la pintura que asomaba en sus dedos. Como era mujer y no la admitían en la Academia de Bellas Artes, esta admiradora de Caravaggio aceptó como tutor a Agostino Tassi: aspirante de algo y maestro de nada. Violó a Artemisa y, para devolverle el honor que no el horror sufrido, prometió casarse con ella. Promesa falsa porque él era ya hombre desposado.
En los tribunales, el testimonio de Artemisia fue bajo la tortura a la que la sometieron para comprobar si era cierta o no la acusación de violación, pues tras exploración ginecológica el tribunal eclesiástico llegó a la concluisón de que no era virgen, y que podía haber perdido el virgo antes de la presunta agresión. Desgarradoras declaraciones tuvo que hacer que la despojaron de la más absoluta intimidad. “Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro (…)”

Siete largos meses de juicio que hicieron de ella una mujer tal vez fuerte, pero sobre todo resentida hacia ese mundo machista y brutal.
Quizá fuera durante ese tiempo cuando pintara su famosa obra “Judit y Holofernes” en la que se autorretrata como la joven que decapita al general babilonio que intenta conquistar a su pueblo. Urdió muy bien la trama la hermosa Judit. Cenó con el brabucón a solas, bebió él de más, y zas, de un golpe limpio y certero la cabeza al saco que sostenía su criada.
En la versión de Artemisia, la joven heroína bíblica se recrea cortando la cabeza ayudada por su criada mientras ella se aparta un poco para que no le salpique la sangre. Esta obra emana odio, rabia y venganza.

En la versión de Caravaggio, Judit pone más cara de asco que de satisfacción.
Miguel Ángel también recreó esta escena en la Capilla Sixtina. El cuerpo aparece sin cabeza que es portada por las mujeres en una bandeja, al estilo “cabeza del Bautista”.
Franz von Stuck despelota a la protagonista y con sonrisa a lo Marlene Dietrich la muestra justo antes del gran momento.
Pero la versión que más me sorprende es la de Botticelli. Judit parece que está paseando por la campiña toscana y que viene de recoger un cesto de fruta que pesadamente porta su criada. En fin, que para gustos, colores.
El tonel del odio
El Odio es el tonel de las pálidas Danaides;
la Venganza consternada con brazos rojos y fuertes
se ha complacido en precipitar en sus tinieblas vacías
grandes cubos colmados de sangre y de lágrimas de los muertos.

El Demonio hace hoyos secretos en esos abismos,
por donde huirían mil años de sudores y esfuerzos,
aunque ella lograra reanimar sus víctimas,
y para oprimirlas resucitar sus cuerpos.

El Odio es un beodo en el fondo de una taberna,
que siente siempre la sed nacer del licor
y multiplicarse como la hidra de Lerna.

Mas los bebedores felices conocen a su vencedor,
y el Odio es consagrado a la suerte lamentable
de no poder jamás dormirse bajo la mesa.

Charles Baudelaire

lunes, 1 de diciembre de 2008

Príncipe o demonio

"La pesadilla" H. Fussili

En este filo de la madrugada donde el alcohol y la sensualidad se confunden, es cuando te acercas, y cual aprendiz de Baudelaire me dices:


“¡Oh mujer peligrosa, oh climas seductores!
¿Adoraré también tu nieve y tu escarcha
y sabré sacar del invierno implacable
placeres más agudos que el hielo y que el hierro?

Sin apartarte la mirada contoneo mis párpados, entorno las piernas y dibujo una filigrana con el humo de tu cigarrillo.
Estamos a un paso de lo predecible, pero prolongamos el momento.
¡Es tan fácil conquistarte! Tus manos aferradas ya a mí.
¡Y tan difícil llenar el vacío que se adivina tras tus llameantes ojos!
Sé que esta noche no te dejará rastro. No soy para ti sirena, princesa o hada.
Perdido en los grados de tu cerveza buscas en el poso del vaso una huella de mi presencia. Y como cada noche, no encuentras nada.
¿Te preguntas por mis sensaciones? Antes de vestirte y marcharte te digo: nene, los príncipes azules destiñen y los demonios oléis a azufre.
El Aparecido
Como los ángeles de ojo fiero,
volveré a tu alcoba
y me deslizaré hasta ti sin ruido
con las sombras de la noche;
y te daré, morena mía,
besos fríos, como la luna,
y caricias de serpiente
que van reptando en torno a una fosa.
Al llegar la lívida mañana,
hallarás mi sitio vacío
y hasta el anochecer seguirá frio.
Como otros por la ternura,
en tu vida y en tu juventud,
por el terror quiero reinar.
Charles Baudelaire