lunes, 29 de septiembre de 2008

De tal palo, tal astilla

" Salomé" de Gustave Moreau

Las chicas malas en la Biblia son muy malas. No hay término medio. Así nos presenta San Mateo a Salomé, la hija de Herodías. Esta última era cuñada de Herodes con el que parece tenía algo más que amistad. San Juan Bautista, que era muy recatado en las formas y maneras, no veía bien esta relación y así se lo dijo a Herodes que no se tomó bien el consejo y mandó encarcelar al pobre Juan.
El rey preparó una gran fiesta en palacio y la estrella encargada de amenizar los postres fue su adorada sobrina Salomé que con su danza sensual dejaba boquiabierto a más de uno. La muchacha bailó tan bien y tanto agradó a Herodes que éste le prometió darle cuanto pidiese ella. Como era mala malísima, de casta le viene al galgo, y sabiendo que su madre estaba molesta con los comentarios de Juan, le dijo: “dame aquí, en un plato, la cabeza de Juan Bautista”. ¿Y cómo no iba a dar el caprichito a esa adorable sobrina? No se podía negar, una promesa es una promesa.
Los soldados decapitaron al Bautista y en bandeja se la sirvieron a la malvada Salomé que se puso a dialogar con la testa creyendo que aún la oiría.
Este tema fue muy del gusto de los pintores del siglo XIX que buscaban inspiración en motivos trágicos. Varias versiones os ofrezco que recomponen la historia que San Mateo recoge. Oscar Wilde recreó este personaje en una obra de teatro. En la gran pantalla el papel lo hizo la exuberante Rita Hayworth, otra mala. Bien le hubiera podido cantar al oído a San Juan aquella canción que la hizo célebre en Gilda: “Amado mío, love me forever…”

“No has querido dejarme besar tu boca, Iokanaán. Pues bien, la besaré ahora La morderé con mis dientes como si fuera un fruto maduro. Si besaré tu boca". .. “ No has querido saber nada de mí, Iokanaán. Me has rechazado, me has dicho cosas infames, me has tratado como a una cortesana, como a una prostituta, ¡ a mí hija de Herodías, princesa de Judea!. Pues bien, Iokanaán, yo vivo aún, pero tú has muerto y tu cabeza me pertenece. Puedo hacer con ella lo que quiera. Puedo arrojarla a los perros o hacer que sirvan de pasto a las aves. Las aves devorarán lo que hayan dejado los perros...¡Ah ! ¡Iokanaán, has sido el único hombre a quien he amado. Todos los demás hombres me repugnan.”

Salomé de Óscar Wilde.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Prefiero la muerte


"Susana y los viejos" Artemisia Gentileschi

Aunque parezca mentira ser bella tiene sus inconvenientes. Si además eres buena, honesta y fiel, esto te puede arrastrar problemas. Para demostrar mi teoría pongo el ejemplo de Susana.
Cuenta la Biblia (Libro de Daniel.XII) que en Babilonia había un hombre muy rico llamado Joaquín a cuyo jardín concurrían los judíos cuando tenían algún pleito. Por la casa pasaban frecuentemente dos jueces ancianos que demoraban su partida para contemplar a la joven y bella esposa de Joaquín que tenía por costumbre bañarse en el estanque de su jardín. Un día la chica pidió a sus doncellas que le trajeran perfumes porque quería bañarse y que al salir la dejaran sola y cerraran la puerta tras ellas. Los viejos que escucharon estas palabras agazapados tras unos arbustos, aprovecharon la ocasión para “cometer pecado”. Se dirigieron los viejos verdes hacia ella y le dijeron:
“Mira, las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros hemos contemplado tu hermosura y deseamos yacer contigo. Consiente con nosotros y cede a nuestros deseos, porque si a ellos te resistieras testificaremos contra ti, diciendo que cometiste adulterio con un joven y que por esa razón despachaste a tus doncellas”
Susana lógicamente se quedó anonadada. Sabía que cualquier juicio lo tenía perdido ante dos jueces tan importantes en la ciudad. Pero ella era honesta y fiel, como apuntaba al principio y les dijo que prefería que la condenaran mil veces que caer en sus manos. “prefiero la muerte que pecar en presencia del Señor”.
Susana fue condenada a muerte, pero cuando iba a ser lapidada, ¡oh suerte extrema! apareció el profeta Daniel que separó a los dos viejos del resto de los jueces y como se contradijeron en las declaraciones sobre el adulterio de Susana, ellos fueron ajusticiados por el pueblo y a ella le fue devuelta la virtud.
Cuentan las malas lenguas que Daniel también se prendó de la belleza de la joven y por eso luce sonrisa bobalicona en el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela.
Las versiones que aquí os traigo son la de Guercino que está en el Museo del Prado, otra de Tintoretto y encabezando la entrada, la poco conocida pintora italiana del siglo XVII Artemisia Gentileschi, cuyo maestro pintor, un tal Agostino Tassi, la violó. Pero esa es otra historia que otro día os contaré.


Susana y los viejos

Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.
A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.
¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.
Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
-Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo!
Jorge Guillén

martes, 23 de septiembre de 2008

El hombre es un lobo para el hombre

"Saturno devorando a su hijo" de Goya

Hay que tener mala sangra para devorar a tu hijo.
Ya sabemos que la mitología griega es muy peculiar, que sus dioses y diosas, salvo excepciones, no eran un dechado de virtudes. Pero matar a tu propio hijo para que no te destrone es la máxima atrocidad que se puede cometer.
Goya supo plasmar esa idea a la perfección. Pero, por desgracia, esta imagen no sólo tiene relación con este dios del Olimpo. El hombre devora al hombre. De muchas formas, algunas de ellas bien camufladas. Y no sólo nos quedamos en el ámbito de lo humano, somos capaces de destrozar y destruir la naturaleza y los animales que la habitan.
Cada vez que miro este cuadro algo se remueve en mi interior, porque contemplo la degradación del ser humano y la brutalidad que ha desarrollado a lo largo de siglos de historia; y no mejoramos. Si echamos un vistazo a la prensa, por ejemplo, encontraríamos más de una imagen de la voracidad del hombre. Es entonces cuando no quiero ignorar, quiero quitarme la venda, la mordaza y vomitar toda mi rabia.


Los poemas de la Ofensa

Los siglos han pasado inútilmente sobre ti
sin que hayas podido dominar tu instinto de muerte y mal
y por eso Luzbel te reclama. Así sea.
Sé que ello te envanece, ¡hijo de Eva y la serpiente!

J. Jaramillo Escobar

sábado, 20 de septiembre de 2008

Lo que dicen las miradas



A veces ocurre que alguien cerca de ti dice unas palabras que son como mágicas porque hacen que de repente tu cabeza se ponga a funcionar como una olla exprés. Y buscas en los rincones de la memoria esa obra que te ha abierto los ojos en esta ocasión. Y la he visto claramente, ampliada sin necesidad de pinchar dos veces sobre la imagen. Porque ya me impresionó cuando la vi por primera vez. Esa mirada no se puede olvidar jamás, ni lo que representa tampoco.
Picasso pintó esta Celestina casi como epílogo de su etapa azul, y se inspiró en una mujer que ejercía ese oficio en Barcelona.
Hay miradas dulces, siniestras, tristes, apagadas … Pero ¿cómo es esta mirada? No encuentro el adjetivo apropiado. Ayúdame tú.


A la Celestina

Yace en esta tierra fría,
digna de toda crianza,
la vieja cuya alabanza
tantas plumas merecía.
No quiso en el cielo entrar
a gozar de las estrellas,
por no estar entre doncellas
que no pudiese manchar.

Francisco de Quevedo

PÁRMENO.- … Y demás de esto es nombrada y por tal título conocida. Si entre cien mujeres va y alguno dice «¡puta vieja!», sin ningún empacho luego vuelve la cabeza y responde con alegre cara. En los convites, en las fiestas, en las bodas, en las cofradías, en los mortuorios, en todos los ayuntamientos de gentes, con ella pasan tiempo. Si pasa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aves, otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando dicen «¡puta vieja!». Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dicen sus martillos. Carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento forma en el aire su nombre. Cantan los carpinteros, péinanla los peinadores, tejedores, labradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las segadas con ella pasan el afán cotidiano. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Todas cosas que son hacen, a doquiera que ella está, el tal nombre representan. ¡Oh, qué comedor de huevos asados era su marido! ¡Qué quieres más, sino que si una piedra topa con otra luego suena «¡puta vieja!»!

Fernado de Rojas, La Celestina Acto I

miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿Quién es Dánae?


"Dánae recibiendo la lluvia de oro" de Tiziano
El padre de Dánae, rey de Argos, la encerró en un calabozo subterráneo, una cueva o en una torre con puertas de bronce (que en esto del destierro hay muchas versiones) vigilada por una anciana para que no tuviera relaciones y así no engendraría hijos. Tal decisión de mantener célibe a su hija fue porque el Oráculo le había dicho que un nieto suyo lo mataría para quitarle el trono. Pero el rijoso de Zeus, enamorado de la joven, la fecundó en forma de lluvia de oro y de esta unión nació el héroe Perseo. Ya veis, de cualquier parte viene la “inspiración”. No fiaros.
Felipe II, ese rey austero, vestido de negro y super cristiano, formó una colección de pintura sensual y por ello encargó a Tiziano unos cuadros eróticos llamados “poesías”, entre los que se hallaba Dánae representada en ese momento de la fecundación.

Tintoretto, otro gran pintor italiano que además de contemporáneo era enemigo declarado de Tiziano, realizó otra versión del mismo tema pero aquí la joven recuenta las monedas que han caído entre sus piernas con la ayuda de su guardiana que aquí se ha tornado joven.
Rembrandt, más tarde, coloca a la protagonista en una habitación tan ricamente ornada que un poco más de oro no desconcierta al espectador.
Por último, tenemos la versión de Klimt. Esto ya es otra cosa. No aparece cancerbera, joven o vieja, sólo Dánae con la lluvia ensimismada en su momento de deleite. ¡Que llueva Dánae sobre ti que la lluvia es muy buena!



"Yo soy Dánae"
Yo soy Dánae. Desnuda caía en el lecho come
bianca neve scende senza vento.Y llegó secreto con el fulgor
convertido en monedas de oro que cayeron
sobre mí, alrededor, en el suelo.
Díjose a sí mismo una voz y aquel oro de ceca
se arremolinó en un amén y se hizo el varón.
Me encontró virgen, me surcó y me sembró.
Me bebió, como quien se echa con sed sobre un río.
Pero lo pasado pasado está.

Ahora soy vieja, y en un reino de columnas derrumbadas
voy y vengo por entre los cipreses y las palomas.
Me tienen por loca, y piensan que miento
cuando digo que fui desvirgada por Zeus.
Para burlarse de mí baten una moneda en el mármol
y yo pienso que él vuelve, y me quito la ropa
y me dejo caer desnuda en la hierba come
bianca neve scende senza vento.
Ni escucho sus risas. Ya soy vieja
pero nunca pude salir de aquel sueño de antaño.

Álvaro Cunqueiro

jueves, 11 de septiembre de 2008

AMORES MORTÍFEROS

"Apolo y Dafne" de Bernini

No me extraña que la exuberante Dafne huyera cual posesa de Apolo que pretendía poseerla. Este dios del bien y lo bello, cuyo culto se hacía en templos de numerosas ciudades griegas, tenía especial debilidad por la belleza, indiferente si era femenina o masculina.
Se enamoró como un adolescente de Jacinto, efebo que deslumbraba allí por donde iba. Los amantes cantaban, retozaban, jugaban como niños sabiéndose el uno para el otro. Pero en uno de esos juegos, Apolo lanzó un disco con tanta fuerza que Jacinto al intentar detenerlo recibió tal golpe que cayó fulminado al suelo. Fue tanto el dolor de Apolo que de la sangre del amado muerto hizo brotar una flor a la que llamó Jacinto. “Como flor nueva imitarás mis gemidos con una inscripción”
Igual suerte corrió el atractivo Cipariso que poseía un ciervo al que adoraba. Apolo le regaló una jabalina, y el muchacho por error mató al animalillo. Desconsolado pidió a Apolo que lo reuniese, en el más allá, con su ciervo. Desde ese funesto instante el cuerpo de Cipariso se transformó en ciprés, el árbol fúnebre de la Antigüedad.

A la joven Coronis la asesinó el propio Apolo al enterarse, por medio de unos cuervos chivatos, que la mujer que le iba a dar un hijo había tenido amores con un mortal. Antes de enviarla al mismísimo Hades, el propio Apolo sacó a su hijo nonato del cuerpo de la desgraciada madre, este niño fue Asclepios o Esculapios, el dios de la medicina.
¿Comprendéis ahora por qué Dafne huía de los brazos de Apolo? Presentía que su amor no iba a tener un the end feliz. Ella se metamorfoseó en laurel, que además de bonito adereza muy bien determinadas comidas.
Pero si queréis tener una versión más fidedigna de estos hechos, os aconsejo que leáis la Metamorfosis de Ovidio, que ese señor sí que escribía bien.

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

Garcilaso de la Vega