viernes, 2 de enero de 2009

Ruinas heroicas

Germania


Algunos sabéis que he estado de viaje esta navidad, concretamente en Berlín. Os cuento el motivo de tal visita. Allí se celebraba, hasta final de año, una exposición llamada “Mythos Germania” de maquetas que Hitler y uno de sus arquitectos construyeron como proyecto para renovar Berlín. A continuación os cuento la historia de este proyecto.
El arte fue otro cauce más para la propaganda del nuevo Estado nazi y de su líder. Hitler consideró que el arte moderno era corruptor de la moral y la estética del pueblo alemán, por el contrario, la cultura estatal debía ser un claro ejemplo de virtudes cívicas y morales. La maquinaria de propaganda del Estado y de captación de masas se puso, una vez más, en marcha con el fin de garantizar el “orden social” y de liquidar cualquier rastro del llamado “peligro rojo”. El Ministro de Información y Esclarecimiento Público del III Reich, Joseph Goebbels, estableció las bases de un “Arte Joven” que sería el arte oficial germánico, con raíces clásicas y románticas; este arte nacional-socialista exaltó y tomó como modelo el clasicismo greco-romano; todo ello acompañado de los mitos alemanes, el heroísmo y el trabajo.
En la Alemania nazi se hizo una arquitectura monumental y heroica, alejada del funcionalismo vanguardista y que, por el contrario, volvía la mirada al neoclasicismo de los arquitectos alemanes Klenze y Schinkel. El único cometido es que sirviera de propaganda del Estado y de su líder, la llamada Führerideologie. Se pretendía hacer a las masas no sólo destinatarias de un mensaje, sino que participaran en él en cuanto que ellas formaban parte del espectáculo.
Pero no cabe duda de que esta arquitectura monumental tenía dos claros objetivos: por un lado redistribuir los puestos de trabajo tras la gran crisis del 29, y por otro, construir edificios en los que la nación alemana se viera identificada, se sintiera regenerada y que volviera a los valores tradicionales y raciales. Hitler afirmaba “estas obras deben ser eternas…, signos gigantescos e imponentes de nuestra colectividad…”
Para estas pretensiones el Führer contó con varios arquitectos, pero destacó Albert Speer, cuya idea esencial era crear una arquitectura jerárquica y monumental que fuera ejemplo del control del Estado sobre la sociedad y que sirviera de propaganda de su ideología. El arquitecto desarrolló la teoría del “valor de las ruinas”. Todos los nuevos edificios se construirían de tal forma que con el paso del tiempo fueran ruinas estéticamente bellas “ruinas heroicas” y que serían el testamento de la grandeza del Tercer Reich. Quizá tanta ruina heroica futura justificara para ellos la utilización de mano de obra proscrita: homosexuales, gitanos, judíos… traídos de los campos de trabajo.
En el plan de remodelación de Berlín es donde tomó más fuerza la voluntad de perpetuidad de la arquitectura como complejo de ruinas heroicas. 300.000 prisioneros de guerra trabajaron en estos planes, y Speer fue presuntamente responsable de la deportación forzada de judíos, a quienes se les expulsó de sus casas que fueron destruidas y así hacer sitio para la construcción de sus grandiosos planes.
Se planificó la reorganización de la ciudad que se llamaría “Germania” a lo largo de un bulevar de cinco kilómetros. En el extremo norte iría un Auditorio para congresos con una enorme cúpula inspirada en el Panteón de Agripa y en la cúpula de San Pedro del Vaticano, pero hasta 16 veces más grande (más de 200 metros de alto por 250 metros de diámetro). Algo totalmente gigantesco pero poco práctico. En el extremo sur del bulevar iría un Arco semejante al Arco de Triunfo de París, pero tan grande que el arco parisino cabría en su interior (120 metros de altura). Pero las construcciones no interrumpidas por la guerra fueron demolidas tras ella, y de aquellos sueños de arquitectura colosal sólo quedan pálidas imágenes. Speer y Hitler tuvieron que conformarse con ver su “Germania” sólo en maqueta.


A continuación os pongo un poema de Nelly Sachs, judía alemana que tuvo que exiliarse a Suecia y que ganó un premio Nobel de literatura.


¡Oh, las chimeneas!

¡Oh, manos! ¿Qué hacíais cuando erais manos de niños pequeños?…
manos estranguladoras
¿había muerto vuestra madre, vuestra esposa, vuestro hijo?…
¿sólo podíais sostener la muerte en las manos, en las manos estranguladoras?
¡Oh ladrones de legítimas horas de muerte!
de los últimos suspiros, ladrones de párpados: «buenas noches»
¡Oh las chimeneas sobre las moradas de la muerte!,
ingeniosamente ideadas, cuando el cuerpo de Israel se iba,
deshecho en humo, por el aire…
¡oh, las chimeneas!...
caminos de libertad para el polvo de Jeremías y Job…”.