Cuando entré en la sala sólo la vi a ella. Y no por el tamaño del cuadro, ni por el blanco inmaculado del corsé de satén. No me estremecí por las damas de compañía que, a diferencia de mi, no quieren ver la escena. Ni siquiera miré casi impasible como lo hace el verdugo.
Me cautivó el apoteosis de la fragilidad femenina que despierta compasión. Sobre todo cuando sabes que Lady Jane Grey fue ejecutada al aire libre, que caminó estoicamente hacia su muerte, y que sus damas seguramente no derramarían más de unas cuantas lágrimas en su cadalso.
Nos enseñan a ser fuertes, como ellos, a caminar con paso firme, también; pero yo soy débil. Confieso que muchas veces me derrumbo , me retuerzo por dentro, mis pasos son inseguros y mi mirada líquida. Por eso me identifiqué con esta versión que hizo Paul Delaroche de la ejecución de Lady Jane Grey, porque era una mujer, no una reina.
NO TE SALVES
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo.
Pero si pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Mario Benedetti
Mario Benedetti