Todo comenzó porque un joven se encaprichó de quien no debía. Algunos lo llamaron amor. Paris de Troya acudió a la ciudad griega de Esparta, gobernada por un rey brabucón llamado Menelao. Pero la máxima atracción de la polis era la joven esposa del rey, Helena, a la que los hombres llamaban “la de las hermosas mejillas”, la mujer más bella entre las mortales, porque entre las moradoras del Olimpo se había ganado el título de mis la diosa Afrodita.
Paris se presentó ante Menelao con buen talante y ocultando sus deseos más íntimos, conquistar a la bella Helena. Y entre paseos bucólicos por los jardines de palacio y meriendas frugales, la enamoró y convenció para que huyera con él a su ciudad. Acababa de encender la llama que arrasaría Troya.
Menelao pidió ayuda a los gobernantes de otras polis griegas, y juntos declararon la guerra a Príamo, papá del seductor. Como la guerra se alargaba en exceso, Atenea tuvo a bien ayudar al ultrajado marido. Sembró en la mente del ingenioso Ulises, que era colega de Menelao, la idea de construir el famoso caballo de madera.
Pero entre los troyanos había uno más espabilado que los demás, y ese era el sacerdote Laocoonte. Como adivino que era, y por ello le pagaban, avisó a los suyos que aquel caballo no era équido limpio y le clavó una lanza en plena panza de madera. De repente dos serpientes de mar grandes como dragones , desgarrando el vacío como látigos en la oscuridad, se abalanzaron sobre los hijos de Laocoonte, enroscándolos con sus anillos y dejando sus cuerpos a los pies de su padre. A continuación hicieron lo mismo con él. Una vez cometido el triple homicidio desaparecieron veloces entre los mármoles del pavimento del templo de Atenea.
La suerte de los troyanos estaba echada.
La primera representación escultórica que se conoce es la que arriba os presento, del siglo I a. C. Esta escena de un buen hombre sufriendo el castigo de los dioses carece de precedentes. El sufrimiento y el miedo en el rostro y cuerpo retorcido de Laocoonte y sus hijos, son reflejo de sus debilidades y por otro lado del sentimiento de esta época.
En tiempos de la vieja Alejandría,
Laoconte, en quien se inspiran los creyentes,
lucha contra el poder de las serpientes
que, altiva, Palas con furor le envía.
Recia culebra en sus anillos lía
el cuerpo de sus hijos inocentes,
y él escucha sus gritos impotentes
en medio de la bárbara agonía.
Traspasa el corazón su faz sublime,
su atroz dolor, que sin palabras gime,
la angustiosa expresión de su mirada.
Triunfó el hábil cincel de la pintura,
y dio al aplauso de la edad futura
una tragedia en mármoles labrada.
Salvador Rueda
Pero entre los troyanos había uno más espabilado que los demás, y ese era el sacerdote Laocoonte. Como adivino que era, y por ello le pagaban, avisó a los suyos que aquel caballo no era équido limpio y le clavó una lanza en plena panza de madera. De repente dos serpientes de mar grandes como dragones , desgarrando el vacío como látigos en la oscuridad, se abalanzaron sobre los hijos de Laocoonte, enroscándolos con sus anillos y dejando sus cuerpos a los pies de su padre. A continuación hicieron lo mismo con él. Una vez cometido el triple homicidio desaparecieron veloces entre los mármoles del pavimento del templo de Atenea.
La suerte de los troyanos estaba echada.
La primera representación escultórica que se conoce es la que arriba os presento, del siglo I a. C. Esta escena de un buen hombre sufriendo el castigo de los dioses carece de precedentes. El sufrimiento y el miedo en el rostro y cuerpo retorcido de Laocoonte y sus hijos, son reflejo de sus debilidades y por otro lado del sentimiento de esta época.
En tiempos de la vieja Alejandría,
Laoconte, en quien se inspiran los creyentes,
lucha contra el poder de las serpientes
que, altiva, Palas con furor le envía.
Recia culebra en sus anillos lía
el cuerpo de sus hijos inocentes,
y él escucha sus gritos impotentes
en medio de la bárbara agonía.
Traspasa el corazón su faz sublime,
su atroz dolor, que sin palabras gime,
la angustiosa expresión de su mirada.
Triunfó el hábil cincel de la pintura,
y dio al aplauso de la edad futura
una tragedia en mármoles labrada.
Salvador Rueda
12 comentarios:
Ays, es que Atenea, mi diosa, tiene esas coisas, y eso que tú no la has visto recién levantada...
Me encanta el Laocoonte porque fascinaba a Miguel Ángel que estaba allí cuando apareció pero el del Greco también es increible. Estupendo el post. Besos
Soy ámbar/firmin. Un lío.Más besos
Te he dicho ya que me encanta tu blog?
¿Por qué resulta siempre tan difícil creer las advertencias? Le ocurrió a Yocasta - y así le fue-, al padre de Seguismundo, hasta a Caperucita!!
Vaya pandilla de salva(jes).
Ains! Para una amante del arte tu blog es una gozada.
Un beso!
Para aquellos que no la conozcan, como "La pequeña candi", solo deciros que danaerain es una de las mejores profesoras que un alumno puede encontrar...lo digo por experiencia....aunque ahora la valoro mas como amiga.
El Laocoonte siempre me pareció un reflejo del capricho de los dioses. De nada le sirvió advertir del peligro "Timeo Danaos et dona ferentes" ( "Desconfio de los griegos incluso cuando traen regalos").
Gracias a todos por vuestros comentarios. Me gustaría hacer más entradas porque realmente me encanta ver así el arte (además de lo puramente formal y plástico). Espero que os aporte algo como los vuestros lo hacen conmigo.
Aunquememaldigan, eres un poco exagerado, bien es cierto que vuestra promoción fue maravillosa, y tú claro ejemplo de ello, Ay que tiempos.
Yo también desconfío de esos griegos
Besitos animosos para todos
esa escultura me sigue fascinando cada vez que la veo.
Bueno, la escultura "clásica" (no sé cómo agrupar todas aquellas obras no incluidas en el arte moderno) en general me encanta.
Gracias por pasarte por el blog, y comentar en mi entrada chorra de la canción ;P
Tienes que ser genial dando clase :)
Saludos!
Recuerdo mis tiempos de COU estudiando historia del arte.
Me sigue asombrando cómo se pueden esculpir formas tan expresivas.
Ésta, en particular, me transmite dolor y agonia. Bonito post.
Muakk
He venido a hacerte una visita y como sigue Laocoonte, le saludo y te dejo un beso
Laocoonte tiene una moraleja:
Los consejos y las advertencias para quien las quiera
por eso os doy uno
Toma consejo en el vino, pero decide con agua después.
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