"Apolo y Dafne" de Bernini
Garcilaso de la Vega
No me extraña que la exuberante Dafne huyera cual posesa de Apolo que pretendía poseerla. Este dios del bien y lo bello, cuyo culto se hacía en templos de numerosas ciudades griegas, tenía especial debilidad por la belleza, indiferente si era femenina o masculina.
Se enamoró como un adolescente de Jacinto, efebo que deslumbraba allí por donde iba. Los amantes cantaban, retozaban, jugaban como niños sabiéndose el uno para el otro. Pero en uno de esos juegos, Apolo lanzó un disco con tanta fuerza que Jacinto al intentar detenerlo recibió tal golpe que cayó fulminado al suelo. Fue tanto el dolor de Apolo que de la sangre del amado muerto hizo brotar una flor a la que llamó Jacinto. “Como flor nueva imitarás mis gemidos con una inscripción”
Igual suerte corrió el atractivo Cipariso que poseía un ciervo al que adoraba. Apolo le regaló una jabalina, y el muchacho por error mató al animalillo. Desconsolado pidió a Apolo que lo reuniese, en el más allá, con su ciervo. Desde ese funesto instante el cuerpo de Cipariso se transformó en ciprés, el árbol fúnebre de la Antigüedad.
A la joven Coronis la asesinó el propio Apolo al enterarse, por medio de unos cuervos chivatos, que la mujer que le iba a dar un hijo había tenido amores con un mortal. Antes de enviarla al mismísimo Hades, el propio Apolo sacó a su hijo nonato del cuerpo de la desgraciada madre, este niño fue Asclepios o Esculapios, el dios de la medicina.
¿Comprendéis ahora por qué Dafne huía de los brazos de Apolo? Presentía que su amor no iba a tener un the end feliz. Ella se metamorfoseó en laurel, que además de bonito adereza muy bien determinadas comidas.
Pero si queréis tener una versión más fidedigna de estos hechos, os aconsejo que leáis la Metamorfosis de Ovidio, que ese señor sí que escribía bien.
A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Se enamoró como un adolescente de Jacinto, efebo que deslumbraba allí por donde iba. Los amantes cantaban, retozaban, jugaban como niños sabiéndose el uno para el otro. Pero en uno de esos juegos, Apolo lanzó un disco con tanta fuerza que Jacinto al intentar detenerlo recibió tal golpe que cayó fulminado al suelo. Fue tanto el dolor de Apolo que de la sangre del amado muerto hizo brotar una flor a la que llamó Jacinto. “Como flor nueva imitarás mis gemidos con una inscripción”
Igual suerte corrió el atractivo Cipariso que poseía un ciervo al que adoraba. Apolo le regaló una jabalina, y el muchacho por error mató al animalillo. Desconsolado pidió a Apolo que lo reuniese, en el más allá, con su ciervo. Desde ese funesto instante el cuerpo de Cipariso se transformó en ciprés, el árbol fúnebre de la Antigüedad.
A la joven Coronis la asesinó el propio Apolo al enterarse, por medio de unos cuervos chivatos, que la mujer que le iba a dar un hijo había tenido amores con un mortal. Antes de enviarla al mismísimo Hades, el propio Apolo sacó a su hijo nonato del cuerpo de la desgraciada madre, este niño fue Asclepios o Esculapios, el dios de la medicina.
¿Comprendéis ahora por qué Dafne huía de los brazos de Apolo? Presentía que su amor no iba a tener un the end feliz. Ella se metamorfoseó en laurel, que además de bonito adereza muy bien determinadas comidas.
Pero si queréis tener una versión más fidedigna de estos hechos, os aconsejo que leáis la Metamorfosis de Ovidio, que ese señor sí que escribía bien.
A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Garcilaso de la Vega
12 comentarios:
Hola educadora del arte. Vaya faena lo de convertirse en olivo. Aunque, como seguidores de Drexler que somos, sabemos que "todo se transforma". Pues eso, nada se pierde.
http://www.youtube.com/watch?v=oCjpqx3cXs0
Gracias por tu primera entrada. Eres un encanto, a pesar de todo jjj. esa canción me encanta, algún día escribiré algo para ti con ese tema, un besito
Muy interesante el texto. Ya conocía el poema, que es bellísimo.
Te deseo mucha suerte con tu blog y te invito a visitarme cuando quieras.
Un beso grande.
gracias por pasar por la isla... muy bonito tambien tu blog
saludos
Alejandra
Desde que estuve en la galería Borghese soy una enamorada de Bernini. Estuve más de media hora observando a El David, y porque no me dejaron más, es algo indescriptible... alucinante es lo que este hombre era capaz de sacar de la piedra.
Una de las cosas que más me impresionaron de Roma... junto a Mario, un heladero de la Piazza Navona que era ideal, podía haber sido modelo para Bernini sin duda, ja, ja!
Gracias a todas por vuestra visita. Soy una novata pero aprenderé de vosotras.
Raquel, tú destilas poesía y música, iremos descubriendo más cosas juntas.
Ale renovada, me gustaría relatar tan intensamente como tú lo haces. África, tu desbordas arte por la piel, te echaré de menos. Gracias a todas y besos mil
Soy tan novata que me borro comentarios a mi misma. Tenedme paciencia, Ciao
Toda la mitología es un auténtico culebrón, yo estoy muy enganchado a ellos, jeje, hay historias muy bonitas, y esta es una de ellas... Y Bernini, coincido, supo genialmente representar el culmén de este desamor...
También habrá comentarios religiosos, que la vida de los santos, sus milagros y martirios dan mucho de sí. Gracias por tu comentario. Besitos
Ay, amores mortíferos... no solo en el arte y la literatura, no...
Saludos
Por fín podré hacerte un comentario, compi de desvelos bibliotecarios.
Sobre "amores que matan", introduje en mi blog la historia de Orfeo y Eurídice, a quien perdió aquél por querer controlarla hasta en el infierno.
Felicidades por tu blog.
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